lunes, 1 de noviembre de 2010

CONDENADAS


"El sueño de Rafael" de Marcantonio Raimondi (N.A)
Al fondo sigue en pie una de las ciudades hermanas. Despertó a la fuerza por el ruido de las explosiones. Ni las paredes amuralladas serán suficientes para protegerla. Sus habitantes se preparan para huir. Observan desde las ventanas el humo que oculta a la luna. El campanario retumba y da la orden de desalojo. Incluso los soldados han escapado, porque saben que no podrán defenderse. Solo la luz de una de las ventanas permanece apagada. Es la habitación de la que conoce su futuro y el futuro de las ciudades. No se levanta, no hace las maletas ni prepara provisiones. Ella sabe que no vale la pena huir porque la destrucción es inminente.
Del río empiezan a llegar los que lograron escapar del fuego. Navegan con dificultad porque el agua ha empezado a condensarse. Los de la embarcación más grande reman con esfuerzo y han bajado las velas porque esa noche el viento no sopla. El pescador ha tomado el mando y los guía en la ruta más corta para poder llegar al mar. Saben que allá, en donde el humo aún no llega, aún tienen esperanzas.
Solo mujeres y niños, grita el carpintero. Y las mujeres dejan que sus niños suban primero y los abandonan en las barcas. El carpintero intenta alcanzar al otro barco, pero él sólo los construye y de navegar no sabe nada. Se desvían de la ruta y se quedan a su suerte en medio del río. Ni siquiera las almas inocentes se salvan de la masacre.
Una pareja de valientes ha podido escapar. No lograrán llegar a su destino, pues todo estará hundido en el agua antes de que logren cruzar la montaña.
En la ciudad de la derecha el calor es insoportable. No se puede respirar en medio del humo y el azufre. A los pocos que quedan les cuesta moverse. Unos hacen lo que pueden para alejarse de las llamas. Un hombre carga en hombros a su esposa inconsciente y otro ayuda a la suya a llegar a las partes más altas. Ambos sienten la angustia de la muerte pero seguirán luchando por sobrevivir. En cambio hay quienes se entregan a las llamas porque prefieren morir quemados y otros que se encierran en los pisos más bajos y esperan a que el nivel del agua suba, porque es menos doloroso morir ahogado.
El fuego de la ciudad es alimentado por un rayo que sale de la montaña. Está a punto de quebrarse en dos. Se sabe que de su interior saldrá la lava que sepultara las ciudades. La lava se volverá roca y sepultará también su recuerdo. Pasarán a ser ciudades perdidas y se contarán historias de lo que alguna vez fueron.
Las edificaciones más cercanas al río y las que más arden con el fuego son la biblioteca y el observatorio astronómico. Solo los sabios se preocupan por rescatar algo de su historia. Uno sube las escaleras hasta la entrada, agarra los libros que aún no han sido destruidos, baja de nuevo y lo espera otro que los recibe y los guarda en la fosa secreta, en el único lugar al que el fuego no puede entrar. Los protege y los encierra bajo llave, como un tesoro, esperando que algún día alguien pueda llegar a encontrarlos de nuevo.
Del río sale un resplandor que asusta a los animales. Puede ser que el agua también quiere estallar o es sólo un aviso para que huyan, pues son los únicos que podrán sobrevivir. Han adaptado las formas de supervivencia de las cucarachas. Han transformado sus cuerpos, porque no tuvieron opción, porque su espacio fue reducido a una pequeña porción de tierra, porque los humanos los obligaron. La iguana tiene cola de pez, porque aprendió a vivir bajo el agua. Tiene garras enormes y filosas porque se volvió carnívora y sale a cazar las presas que se encuentran en la orilla. La zarigüeya ha desarrollado un potente veneno que inyecta a través de su cola de alacrán. El gato se volvió subterráneo y ciego como los topos. El conejo aprendió a volar y al igual que la abeja mata con su aguijón al precio de su propia muerte. Todos esperan en la orilla. Esta noche no intentarán comerse y esperarán pacientes la nueva tierra que será creada sólo para ellos.
En el césped hay dos mujeres recostadas. Son hermanas como las ciudades. Gemelas idénticas. Bien podrían estar descansando porque atravesaron el río nadando, huyendo de una muerte segura, y creyeron que en la otra orilla estarían a salvo. Les cuesta respirar y con esfuerzo levantan la cabeza con la intención de rescatar un poco de oxígeno del ambiente. O podrían estar muertas, porque al ser las causantes de la tragedia han sido tiradas al río y el río las ha traído hasta la orilla y golpearon contra las rocas y el río las tiró al césped como pudo y no están levantando la cabeza porque no pueden, porque el cuello roto y sin vida no puede soportar tanto peso.
Están tiradas debajo de lo que alguna vez fue una iglesia. De la iglesia no queda sino una pared, una columna y una ventana que alguna vez tuvo un vitral de alguna imagen sagrada. De la ventana se cuela una luz. La luz de las llamas que alumbra la pared y que le presagia su destino de cenizas.